Tuesday, May 10, 2005

Cómo hacer el agosto en tan sólo un día

Crónica: Sant Jordi en las Ramblas de Barcelona
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La venta ambulante compite con los comercios por el monopolio de Sant Jordi
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Llega Sant Jordi 2005, uno de los dos días más significativos para Cataluña junto al 11 de septiembre, y miles de personas salen a la calle para obsequiar al amado o amada con un libro o una rosa, respectivamente. Esta tradición, cuyo origen se remonta a las aristocráticas fiestas caballerescas de Barcelona, es en la actualidad canalizada en un impulso comprador por parte de los ciudadanos, y una gran oportunidad de muchos otros para sacar beneficio de la jornada. Concretamente, este último año se han vendido en Cataluña, en tan sólo una jornada, cinco millones y medio de rosas y más de un millón de libros. Las cifras aumentan año tras año, y la popularidad de esta fiesta la está convirtiendo en una de las más comerciales del calendario, que se extiende a España con el día del libro en homenaje al fallecido escritor Cervantes.
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“¡Ei tio, una rosita!”, grita a un señor un joven de cabello largo y oscuro vestido con una chupa de cuero, al que tiene que esquivar en la parada de metro de Cartalunya para continuar caminando. En la misma parada estación, dos vendedores, un chino y un gitano, realizan un trueque moderno: el chino le ofrece un trozo de corcho para enganchar las rosas en el cubo a cambio de un cigarrillo, y al tiempo pactan el precio de tres euros para la venta de la rosa – hasta entonces el chino las vendía a 2 y el gitano a 4 –. En todo caso, el panorama se amplia a vendedores rusos, colombianos, marroquíes y españoles, entre otros, y todo ello en una única parada de metro de las numerosas que existen en la red metropolitana barcelonesa.
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Vendiendo 600 rosas un vendedor puede ganar alrededor de 1.000 euros netos en un día
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Los vendedores ambulantes, que con el ramo en la mano deambulan por las calles, dan paso ya en el centro de Barcelona, a la altura de Plaça Catalunya, a los tenderetes de venta de rosas. Estos están formados generalmente por una mesa plegable rescatada para la ocasión, además de varias sillas o taburetes del mismo pack de camping y siempre una senyera catalana formada por las cuatro barras rojas sobre el fondo amarillo. “¿Vas a dejar a la Juani tú sin rosa? ¡Hombre, que viene con el capullo incluido!” – exclama una vendedora a un cliente repeinado con gomina, ataviado con una cadena de oro al cuello sobresaliente y un traje limpísimo, al que parece conocer –. Es entonces cuando las escenas amorosas se suceden una tras otra, incesablemente, a lo largo de las Ramblas de Barcelona. La más impactante, sin duda, es la de dos jóvenes de ropas anchas y rasgadas, cargados de varias bolsas en ambas manos, que se ofrecen mutuamente un acalorado “morreo”, en su sentido más amplio, en el medio de la calle, bajo la atenta mirada de curiosos y turistas que por allí pasan, hasta que se despiden estirándose de las manos hasta el punto en el que, naturalmente, han de separarse. Ella tuerce la esquina y él entra en el interior del metro de Plaça Cataluña, no sin antes girar sus cuellos un par de veces.
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La mayoría de partidos políticos, a excepción del PP, se dejan ver por las Ramblas. Además, la CAL (Coordinadora d’Associacions per a la Llengua Catalana) reparte sus globos de helio que inocentemente llevan los niños en los que se lee: “Els nostres impostos, a Catalunya” o “Volem viure plenament en català”, además de la “ballada” de sardanas de la Plaça Catalunya que la misma organización había programado. TV3, COM Ràdio y RNE, entre otros, también se suman al despliegue de la celebración y dejan ver a sus rostros más ilustres para que los curiosos que se acerquen les puedan conocer, como el caso de José María Íñigo en RNE. Además, los comercios y tenderetes no sólo son de rosas, de modo que también ofrecen – previo pago – las tradicionales rosquillas de Sant Jordi. Otros rasgos famosos que en este Sant Jordi se vieron fueron el alcalde de Barcelona Joan Clos, la cantante Lucrecia, el jugador de balonmano Enric Masip, la india Asha Miró, y muchos otros nombres conocidos en el panorama literario, pero que para la inmensa mayoría de ciudadanos no dejan de ser en ocasiones ocultos personajes que a pesar de desprender mucho glamour nadie conoce. Todos firman sus libros, pero, evidentemente, se han de comprar en el mismo puesto de la firma comercial que les paga para que posen y firmen libros a sus anchas. También se pueden ver en Barcelona músicos, mimos, pintores, mendigos, trileros o predicadores, entre otros.
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Antes de abandonar las transcurridas Ramblas de Barcelona un joven pregunta a un vendedor de flores de nacionalidad china, no sin antes tener que comprarle una rosa por el módico y repetitivo precio de tres euros, si sabía por qué se vendían tantas flores en un día como éste. “El día de los enamorados todo el mundo quiere gustar a su mujer, ¿no?” –responde el chino – “¿El día de los enamorados? – interrumpe – ¡Esto es por Sant Jordi, el patrón de Cataluña!”. Riendo, el chino concluye en algo que en nuestro idioma vendría a ser: “No importa. La gente compra y ya está, y esto se tiene que aprovechar”. Como se puede observar, cada uno hace su particular agosto: unos enamorando, otros reivindicando y la mayoría, sacando provecho.

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